Sabadin

sábado, 22 de marzo de 2008

No es posible. Me levanté temprano para ayudarle a mi mamá -sí, aún sigo viviendo con mis papás- a barrer el patio y el Papiu se me lanzó directo a las piernas. Ese gato es diabólico.

Nos lo regalaron hace ya dos años porque estaba chinguiñoso y nadie lo quería, así que mi mamá en uno de los escasos actos de beneficiencia que ha tenido dijo que ella lo iba a adoptar . El Papiu NOO me quiere. Soy su enemiga.

Todo empezó la primera noche que se quedó en la casa. En aquel tiempo teniamos tambien a la Lobis -murió de hidropesia el año pasado- y no querían arriesgarlo a un ataque, así que lo dejaron dormir debajo de mi cama.

Como a eso de las tres de la mañana, el chinguiñoso Papiu no paraba de maullar, trate de calmarlo pero nada funcionaba. Entonces pasó.

Me levanté para prender la luz y darle un poco de leche, pero estaba demasiado adormilada y no noté que el Papiu estaba justo abajo de mi. Lo aplasté.

El Papiu dio uno de los maullidos más escandalosos - es exagerado, ni fue para tanto- y yo acabé durmiendo en la sala mientras todos consolaban al maquiavélico gato. Desde entonces me declaró la guerra.

Ahora somos archienemigos, yo no lo quiero y él a mí tampoco. Cada que tiene oportunidad me araña, me muerde y hasta se me cuelga de los brazos cuando escombro debajo de la cama. A veces he pensado matarlo. Planearlo muy bien, acuchillarlo mientras duerme, o mejor aún darle un delicioso plato de leche con veneno. Pero no me atrevo.

En diciembre casi lo logro, estaba él muy acurrucado en su odiosa cama -una de mimbre que le compraron en uan tienda de mascotas- y estaban a punto de llevarle su pastel de cumpleaños -al maldito sí lo festejan y él goza, goza viendome sufrir- y de pronto mamá me encargó que sacara del refrigerador tan preciado obsequio...

Lo tuve frente a mi, ese suculento pastel de chocolate con fresas, y en la repisa del fondo, un poco de veneno... era perfecto. Agarré el frasco, lo abrí y justo cuando estaba a punto de vaciar todo el contenido, apareció la abuela Cari. Me vio con unos ojos de Dios, por que me mandaste esta nieta satánica y corrió, bueno... caminó directo a la sala al tiempo que gritaba que me habia convertido en una asesina en potencia. El resto es historia.

Se me prohibió acercarme a más de 3 pasos al Papiu, y constantemente me vigilan, pero eso sí, el Papiu me tortura cada que puede. Ese gato se va ir derechito al infierno, lo sé, me lo dice el corazón.

Bueno, he descargado mi furia, ya está. Ahora que los rasguños han dejado de palpitar de dolor, puedo irme a comprar las tortillas, y de ahí, derechito a intentar hacer la sopa. ¡Mamá no está! y tengo ese encargo. La floja de mi hermana Verónica está en su cuarto oyendo una de Chente y ni siquiera un asomo de intención de ayudarme. Me voy.

Esta vez no le será tan fácil al Papiu, traigo un pantalón de mezclilla y por si las dudas, me he puesto unas botas de bombero que el abuelo Rafa dejó junto a los pollos.

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